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Contribuisci feedbackMe atrevería a decir que El Puntarrón es el mejor descubrimiento gastronómico que he hecho este 2013, así que no leáis esta entrada como algo anodino ni dejéis que el restaurante que os presento pase desapercibido ante vuestros ojos. El encanto rural de la tasca, el trato casi familiar de las personas que lo regentan, la comida inconfundiblemente casera y los tiernos detalles añejos que salpican el ambiente hacen de El Puntarrón un lugar sobresaliente. Lo mejor de todo es que topamos con él por casualidad. Salimos de Salobreña rumbo a Monachil a practicar un poco de senderismo en la espectacular ruta de Cahorros, con intención de comer algún menú fuera antes de emprender la marcha. Aparcamos al comienzo del camino y mitigamos la sed con un par de Alhambras fresquitas cuando, al probar la tapa correspondiente (bendita Andalucía), se nos encendió la alarma interior de “aquí dan bien de comer, tío”. Sin pensárnoslo dos veces pedimos mesa y nos convertimos en comensales de aquel día, uno cualquiera entre semana, a mediados de septiembre. Empezamos compartiendo una más que generosa ración de Salmorejo entre los tres, uno de los mejores que he probado. Espeso, con la acidez perfecta y con una también espléndida cantidad de huevo duro, jamón y aceite. Supremo. Después madre e hija nos dejamos llevar por la carta vegetariana, esa que tanto nos sorprendió encontrar allí. El creppe relleno de verduras y la hamburguesa vegetal traían consigo unas señoras guarniciones como Dios manda. Mi madre se relamió del gusto con el creppe, y mi hamburguesa vegetal con patatas, ali-oli, tomate a la plancha y pimientos verdes fritos de regalo me supo a gloria bendita. Desde aquí un llamamiento a todos esos restaurantes que acompañan TODO con patatas fritas o puñado de ensalada Florette: no moláis, aprended del Puntarrón. Mi señor padre, el del apetito voraz, se inclinó por el rabo de toro guisado, una de las especialidades de la casa que por supuesto pude catar por ser su ojito derecho. Con el sabor y textura que toda carne que te lleves a la boca debería tener y con una salsa que parecía ligada por dioses, rebañamos hasta la última gota de aquel plato de dimensiones estratosféricas. Fui la única que se atrevió con el postre y aunque me costó decidirme entre la tentadora oferta de postres caseros al final opté por una tarta de chocolate ORGÁSMICA. Sé que parezco algo exagerada y probablemente mi parte andaluza contribuya a ello, pero creedme cuando os digo que ese pastel era un pedacito de cielo: una presentación cuidada y un bocado delicioso, por descontado. Hiperventilo sólo de recordar lo bien que comí aquel día :D
Fui sola con mi pareja y comimos bastante bien. Muy rico y el ambiente genial. Los camareros súper atentos y agradables. Volvería sin dudarlo
Un lugar maravilloso, el entorno brutal, la comida muy rica y casera. Para ir sin prisas y echar el día agusto. Lo mejor, el servicio, la amabilidad y el cariño en el trato de Ruben , un camarero excepcional que nos alegrò el día. Gracias. Volveremos
Estuvimos con unos amigos compartiendo su magnífica olla de San Antón con especial mención a la profesionalidad y simpatía de Javier. Vilveremos
Hoy de Olla de San Anton y otras cosas, todo espectacular y en cantidad, con muy buena atención a un precio asequible