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Contribuisci feedbackEste restaurante se encuentra en plena Plaza Mayor, bajo unos soportales en los que aprovechan para montar una terraza. Comí aquí por casualidad, ya que, aunque hacía calor, estaba cayendo una tromba de agua impresionante y la terraza quedaba resguardada por estos soportales. Tienen una carta muy amplia, con todo tipo de entrantes, primeros platos, carnes y pescados, pero no me compliqué mucho y elegí el menú especial de fin de semana de verano que estaba bastante bien, por 20€. Había varias cosas para elegir, pero me decanté (recomendada por la camarera) por un revuelto de sepia con setas y langostinos, y unos chipirones a la plancha con salsa de gambas y almejas. Estaba todo buenísimo, y las raciones fueron más que abundantes (no pude terminarlo). El zarzuela veraniega de postre fue impresionante, era un plato variado con diferentes tipos de tartas, una especie de crema catalana y helado. ¡Exquisito! El restaurante tiene también servicio de bar y cafetería. El bar no es muy grande, pero tienen una barra repleta de pinchos de todo tipo con una pinta estupenda. El comedor se halla en la planta superior, está decorado en plan mesón, y había bastante gente, pero no comí en él ya que no se permite fumar.
El propietario es muy estresante, habla en voz alta y trata mal a los empleados, quienes parecen un poco perdidos y con poca idea. La comida es regular y el local necesita una limpieza profunda... ¡No lo recomiendo!
Unas racions muy buenas pero si ves sonreír a un camarero es un milagro. Nos sentamos en la terraza y al pedirle mover la mesa a la sombra contestó de malos modos, le preguntamos si tenía botellines de Mahou y contestó con un qué es eso de un botellín y levántate a verlo . Lo dicho, las raciones estaban muy buenas y el cocinero era un encanto pero a el camarero le hace falta un buen correctivo.
Decidimos probarlo debido a la reseña previa. La terraza es agradable en verano, ubicada en la plaza mayor. Las porciones eran generosas, pero la comida era muy grasosa y los productos parecían congelados. El servicio era regular. La relación calidad-precio era cara.
El pasado 17 de septiembre, un grupo de 41 personas con discapacidad intelectual y monitores de una asociación fuimos a esta cafetería para tomar un refresco en la terraza. Al momento de pagar, nos llevamos una desagradable sorpresa al descubrir que todas las consumiciones se cobraban a 2 €, sin importar si era una Coca Cola, un botellín de agua, un mosto pequeño o una caña. Además, fue muy incómodo escuchar la bronca que le estaban echando a la camarera. En resumen, el servicio fue pésimo, los precios abusivos y el ambiente desagradable.